24 de gen. 2018

Educación

Hoy quiero tocar un tema que me preocupa porque es nuestro pasado, nuestro presente y sobre todo nuestro futuro. La educación. Mezclaré un poco entre la educación en cuanto a buenos modales y la educación canónica sinónimo de aprender. Porque considero que todo va relacionado. Es muy difícil que se haga de forma fluida la segunda cuando no tienes una buena base en la primera. Todo esto sin entrar a valorar las capacidades de cada ser, porque hoy en día sabemos que si no hay algún tipo de dificultad neuronal o emocional cualquier puede destacar en alguna materia, por rocambolesca que sea. 

Partiré ante la premisa que la educación de los buenos modales debe darse desde casa. Punto. Entiendo que en la sociedad de hoy en día, sobre todo en este país, es complicado estar encima de nuestros hijos al 100% ya que los sueldos son tan míseros que tenemos que dedicarle demasiadas horas al trabajo y nos quedan muy pocas para el ámbito familiar. Por eso solemos cargar el peso de algo tan importante en familiares, que si bien lo hacen con todo el cariño del mundo, no olvidemos que los padres/madres somos nosotros/as y esa tarea nos corresponde por derecho. Ante este panorama delegamos la educación a que se haga desde la escuela, pero imaginad esos profesores que tienen que enseñar unos conocimientos específicos a 25 niños/as que prefieren estar en otro lado y a la vez, darles unos valores para que el día de mañana sean personas de provecho. Es una locura y temporalmente inviable. 

Hace años fui a una conferencia del gran pediatra Carlos González y para mi ha sido el referente en cuanto a crianza para mis dos hijos. Cuando fue a nacer el primero (Joel) estaba ultramotivado. Me leí cerca de 10 libros de crianza feliz, saludable, etc… todo desde mi perspectiva escéptica habitual y aprendí mucho, pero el único libro que podría recomendar es el de este pediatra (si no recuerdo mal se llama “bésame mucho”) y en un resumen muy rápido decía: SENTIDO COMÚN. Nada más. Sentido común si ves al niño que le pasa tal o pascual. El resto de libros que me leí se jactaban de tener la solución para la crianza perfecta. Y todos daban opiniones como si fueran dogmas. “Si llora no lo cojas, que se acostumbra”, “cógelo antes de que llore porque sino le generas un trauma de por vida”, … Todos se contradecían en uno u otro punto pero el de Carlos estaba escrito como si lo hubiera hecho una matrona con 20 hijos y todos hayan salido bien y felices. No había en ningún momento alguna señal alarmista o pasota. Solo que recurriéramos al sentido común. Ejemplo obvio: Si el niño se cae andando, mira si se ha hecho sangre antes de alarmarte porque puede que tu preocupación sea contraproducente. Si ves que se ha abierto la cabeza, ves rápido y alármate. Sentido común. Analiza la situación e intenta ser lo más objetivo posible, que parezca que controlas lo que te rodea. Así crecerán sanos y seguros. Pues bien, algo tan obvio como ese consejo no se dan en otros libros sino que incitan a dejarlo llorar para que se haga fuerte o llevarlo siempre en brazos para que jamás le pase nada. ¿A qué parece un comentario absurdo? Pues no sabéis la de gente que aplica los “conocimientos” de estos libros.

Pues bien, volviendo a la conferencia de este señor, nos explicaba que cuando él era pequeño sus padres no tenían mucho dinero. Pero tomaron una decisión. No vamos a trabajar más para tener más dinero sino que ese tiempo que iban a destinar al trabajo, se lo dedicarían a sus hijos. Por lo tanto tenían lo justo pero una vida familiar completa. Con ese tiempo podían educar a su antojo a sus hijos y dejar la escuela solamente para asuntos académicos. Hoy en día es difícil tomar esa decisión porque estamos inmersos en una sociedad totalmente consumista y “necesitamos” de todo para ser felices, sumado a los sueldos paupérrimos que tenemos hace que pasemos grandes jornadas en nuestro puesto laboral y pocas en nuestro puesto familiar (y hay que destacar que el estrés no es como el de antes, por lo que seguramente le tengamos que dedicar más horas al descanso y la desconexión, con lo que se reduce aún más el tiempo para estar con los nuestros) Creo que sus padres eligieron una filosofía de vida bastante válida y a mi forma de ver el mundo, muy coherente. Al fin y al cabo, esos chiquillos no han tenido carencias que hoy en día puedan ocasionar ningún déficit para formarse como personas válidas. 

A mi me encantaría tomar esa filosofía de vida, pero no soy ajeno a este mundo y me es difícil. Mi mujer trabaja media jornada (con lo que su salario también está reducido a la mitad) y yo tampoco es que cobre una barbaridad. Nos hemos metido en una hipoteca con lo que el dejar de cobrar no es una opción, pero sí que intento dedicarle el mayor tiempo que pueda a mis hijos para que en su colegio tengan que dedicarse únicamente a la educación en cuanto a conocimientos porque los valores intentaré que los lleve de casa asumidos. No es tarea fácil porque soy una persona algo egoísta y tengo necesidades individuales (hacer deporte, descansar, desconectar viendo basket o charlando con algún amigo) pero intento estar todo lo que no es laboral o descanso con mis hijos. Y se está notando. El vínculo que tengo con el mayor es algo precioso y espero que con Pol también me suceda (deberé usar aún más tiempo para estar con ellos porque tendré que dividirme para no desatender a Joel) 

Al final hemos conseguido entre Irene y yo que Joel sea una personita con buenos modales, tranquilo y seguro, risueño, amable y pacífico. Es inteligente y simpático. Comparte sus juguetes y no tiene problemas en mostrarnos su cariño y afecto. Todo esto, sin duda, es una mezcla entre su personalidad y nuestras enseñanzas (en el 90% de los casos mediante la imitación al ver que nosotros somos así con el mundo) Hay una película que recomiendo encarecidamente que aunque sea infantil, el público real al que está dirigida es el adulto. Se llama “Inside Out” (del revés) y trata sobre las emociones que hay en el cerebro de una niña pequeña y cómo evolucionan a medida que va creciendo. De manera simplista organiza el cerebro en “islas” donde cada una de ellas se dedica a un tema en concreto. Está la isla de la familia, la de la amistad, la de las tonterías,... Y a medida que la niña tiene vivencias se incrementa o se destruye parte de estas construcciones (como si del juego Sim City se tratara) El caso es que al llegar a la adolescencia, la isla de la familia se va apagando porque se da cuenta de que no todo es oro lo que reluce entre sus padres (problemas, seriedad, castigos,...) No quiero destripar más la peli pero quería comentarlo para recalcar que no es muy diferente a cómo funciona nuestro cerebro, y esas horas que pasemos con nuestros niños, con las vivencias que generemos, etc… Haremos una isla lo suficientemente sólida para que en los momentos de vacas flacas pueda mantenerse en pie. Y son en esos momentos donde ayudamos a nuestros/as hijos/as a formarse como personas, dándoles entre otras cosas, una educación que les abra cualquier puerta



Good Luck!